Partido Liberal Devolucionario
sábado, 15 de agosto de 2015
martes, 28 de julio de 2015
Uno en UN MILLÓN, usted puede ser uno de un millón de reformadores para
transformar a Venezuela con las 5 reformas, puedes inscribirte en el PLD enviando tus
datos a través del email-partidoliberaldevolucionario@gmil.com
DATOS: Nombre y apellidos, dirección,
estado, municipio y parroquia, teléfono y numero de cédula.
lunes, 27 de julio de 2015
Pre-inscripciones en el PLD
En el
Partido Liberal Devolucionario hemos comenzado un proceso de pre-inscripción,
si usted está interesado(a) mande los siguientes datos a través del email partidoliberaldevolucionario@gmail.com
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de habitación, estado, municipio y parroquia
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oficio
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Desde ya le damos la vivienda al equipo
ganador, el de las 5 reformas.
sábado, 25 de julio de 2015
Venezuela
no tiene solución a su crisis en el futuro inmediato
Hemos decidido construir un partido, porque no
vemos ninguna propuesta seria que pueda sacar a Venezuela de la crisis profunda
en la cual se encuentra en este momento, después de escuchar personalmente al
liderazgo de la oposición hemos llegado a la conclusión que ninguno tiene la
respuesta adecuada, y lo más grave es que pretenden derrotar al socialismo con más
socialismo, claro el de ellos es mejor, según su opinión, estamos conscientes
de que es una tarea titánica formar un partido y llevarlo al triunfo, pero
hasta este momento en mi más de 30 años como pastor y maestro de la Palabra de
DIOS he visto imposibles como posible y en este caso estoy convencido que será igual,
estamos expectantes porque ya vemos UNA NUEVA VENEZUELA, creo firmemente que más
pronto que tarde los venezolanos tendrán un cambio drástico en su manera de
pensar, y entonces el terreno estará abonado para impulsar las 5 reformas que
colocaran al país en el primer mundo, es tiempo de trabajar a tiempo y fuera de
tiempo en la divulgación de las reformas y que toda la nación conozca el proyecto
del PLD, y trabajemos juntos para conquistar los comicios electorales del 2019
a la presidencia de la república y poner en marcha las 5 reformas y ver como en
un tiempo récord Venezuela será transformada, creo que si podemos lograrlo, se
parte de este equipo, que DIOS bendiga a Venezuela
Rev. Malaquìas Navas García
2019
viernes, 24 de julio de 2015
DE LA REVOLUCIÓN A LA “DEVOLUCIÓN” Por Alberto
Mansueti
SUMARIO
I.
Liberalismo: lo que es y lo que no es
— “Neo”
liberalismo: aplicando el “Consenso de Washington”
—
Liberalismo clásico y Gobierno limitado
II. El
Programa de las Cinco Reformas
— Funciones,
Poderes y Recursos
— Política y
partidos: seguridad, justicia, y obras de infraestructura
— Economía:
¡todos a ganar más y vivir mejor!
— Mejor y
más educación, atención médica y previsión social
III.
Liberalismo para Adultos
— Preguntas
que siempre se hacen
— Partido
liberal, Parlamento y “Gobierno en la sombra”
— ¿Con
cuáles apoyos comenzar?
La
pregunta que de entrada nos hacen a los liberales es siempre la misma: “¿Por
qué el mensaje liberal no llega a la gente?”
No
llega por muchas razones: una es la intensa y frontal propaganda de la
izquierda contra el capitalismo (o lo que se le parece) en la educación, los
medios de prensa, en las Iglesias, etc. Pero otra razón es que no hay mensaje
liberal conteniendo un “Programa”, es decir una lista de reformas concretas
para poner sobre la mesa, mostrarla a título de “Promesa Básica” y decir: “Esto
es lo que queremos”.
Hasta
ahora los liberales no hemos concretado nuestro ideario en un manojo de
propuestas atractivas, expuestas con claridad, “amigable” para la gente, en
especial a quienes verían su situación mejorada si fuese aplicado, y nos podría
apoyar. No hay. Lo que hay son los famosos 10 Mandamientos del “Consenso de
Washington”, que interpretado y aplicado estilo mercantilista, es el mentado “Neo”
liberalismo que se hizo en los ’90. Y que aún se hace. Pero ese “Neo”
liberalismo no es el Liberalismo Clásico.
Sin un
Programa inspirado en el liberalismo clásico, no hay algo que se pueda comparar
con el “Consenso”. Entonces muchos sedicentes liberales concluyen “el Neo
liberalismo no existe”, lo que no es cierto, porque existen las políticas de
“estabilización y ajuste” inspiradas en el Decálogo de Washington. Y las
aplican casi todos los Gobiernos hoy en día, incluso hasta los socialistas “del
siglo XXI”, ya que así se evitan los sobresaltos en el frente económico, y
pueden ocuparse con tranquilidad e impunidad de sus Agendas de Marxismo
Cultural.
Parece
que los liberales hemos estado muy ocupados en la crítica a las medidas y
políticas estatistas, o en atacarnos unos liberales a otros. Nos ha faltado el
tiempo para enunciar reformas inspiradas en el ideario del Liberalismo Clásico,
encaminadas a concretar sus “tres pilares”: el Gobierno Limitado, los mercados
libres, y el respeto a la propiedad privada.
Y como
tampoco hay partidos liberales con entidad suficiente, muchos derivan hacia dos
lastimosas desviaciones: (1) al centro, con un mensaje “democrático” desteñido,
cada vez más similar al de la social-democracia; o (2) al extremo
“anarco-capitalista”, teñido casi siempre de Neo-ateísmo militante y agresivo,
muy cercano a las expresiones más “duras” del Marxismo Cultural.
Los
liberales no podemos decir a la opinión pública: “Esto es lo que proponemos;
aquí está!” Los socialistas sí lo han hecho y lo hacen, con sus bien conocidas
propuestas, desde los días del Manifiesto Comunista de 1848 hasta hoy. Con
sobradas y fundadas razones los liberales criticamos sus políticas; pero ahí
están: las “nacionalizaciones”, la “Reforma Agraria” y el Banco Central, las
leyes laborales y sindicales, el dirigismo y planeación central de la economía,
“educación gratuita” y medicina socializada, “seguro social” y demás “programas
sociales”. La gente conoce muchas de estas promesas, y las menciona si en las
encuestas de opinión se le pregunta “¿Cuáles son las medidas socialistas?”
Y aunque no
puede definir o describir el “Marxismo Cultural”, la gente también sabe que el
Socialismo del Siglo XXI difiere del anterior en ciertos puntos considerados
“novedosos” como el feminismo y la “agenda de género”, el ambientalismo y el
animalismo, el indigenismo, y el “matrimonio” homosexual.
Los
liberales no hemos definido nuestras ofertas. Si en las encuestas preguntamos:
“¿Cuáles son las medidas liberales?”, la gente no puede mencionarlas. Porque
nadie las conoce. ¡Ni siquiera los liberales!
Radicales
y moderados. Muchos liberales confían en propuestas “moderadas”. Algunos dicen:
“Somos de centro-derecha”, creyendo equivocadamente que con eso de “centro” se
van a hacer más “potables” para el grueso de la opinión pública. Resulta que
no. Las izquierdas predominan porque siempre se presentan a sí mismas como
radicales y antisistema, cuando en realidad son parte integral del sistema.
Si uno se
lee las diez propuestas del marxismo económico, incluidas como “El Programa
Mínimo de los Comunistas”, Capítulo 2 del “Manifiesto” de 1848, redactado por
Marx y Engels, va a ver que todas han sido decretadas, hace muchas décadas.
Están en plena vigencia, y hacen parte del sistema. Es lo que hoy día tenemos,
y vemos como cosa común y corriente: (1) “Reforma agraria”, (2) el impuesto
progresivo a los ingresos, (3) el impuesto a las herencias, (4) estatización de
grandes empresas, y compañías extranjeras, (5) Banco Central, (6) los
transportes del Estado, (7) las empresas de propiedad estatal, y las industrias
y comercios bajo control del Gobierno, (8) leyes salariales y sindicales, (9)
el impuesto a las ganancias extraordinarias, (10) la educación pública
socializada.
Les faltó no
más poner al Estado a prestar servicios médicos, sin duda Marx y Engels
creyeron que sería demasiado “revolucionario” y la medicina socializada no está
en la lista. Vino después.
Por eso digo
que los liberales no debemos tener miedo de mostrarnos como lo que realmente
somos: radicales y antisistema. Es lo que la mayoría está buscando, y por eso
ganan las izquierdas, las “más duras”, porque la gente les vota, creyendo que
lo son. Y no lo son. Los antisistema realmente somos nosotros. Pero tenemos que
trabajar con inteligencia: diciendo la verdad.
I.
LIBERALISMO: LO QUE ES Y LO QUE NO ES
# “NEO”
LIBERALISMO: APLICANDO EL “CONSENSO DE WASHINGTON”
Los
años ‘90. El
Liberalismo clásico promueve el Gobierno limitado, y la economía libre es su
resultado natural. No debe confundirse con “Liberalism” en inglés, que en EEUU
significa lo contrario: socialismo e intervencionismo, con el marbete de
“progresismo”. Tampoco debe confundirse con el “Neo-liberalismo”, que se aplicó
en los ’90; comencemos por verle la cara de cerca.
A mediados
de los ‘80 el economista John Williamson publicó su libro “IMF Conditionality”,
con un recetario enunciado como un Decálogo de mandamientos para aquellos
Gobiernos que aspirasen a recibir apoyo del Fondo Monetario. Podríamos
expresarlos en diez verbos. Los cinco primeros aludían al sector público: (1)
Imponer disciplina fiscal para reducir el déficit estatal; (2) Reducir las
tasas de impuestos para aumentar la recaudación total; (3) Reorientar el gasto
público hacia la atención médica básica, la educación primaria y la
infraestructura; (4) Liberalizar las tasas de intereses; (5) Mantener un tipo
de cambio “competitivo”.
Y los cinco
restantes verbos referían a los sectores privados: (6) Eliminar todas las
restricciones no arancelarias a las importaciones, y gradualmente reducir los
aranceles hasta un 10% a 20% en promedio; (7) Liberalizar la inversión
extranjera directa; (8) Privatizar empresas estatales; (9) Eliminar barreras al
ingreso y salida en los mercados, reduciendo trabas legales; (10) Fortalecer
los derechos de propiedad privada. Este fue el “Consenso”.
¿Son
recomendaciones buenas o malas? Algunas son buenas, otras no, y otras son
discutibles, en sí mismas o en sus consecuencias e implicaciones, y en la
manera como se apliquen. Veamos:
(1 y 2) La
disciplina fiscal es admirable, pero recortando los gastos, no aumentando los
ingresos; (3) la jerarquización de las funciones estatales es imprescindible, y
la infraestructura es tarea propia de un Gobierno, pero no educar ni curar a la
gente; y en todo caso la ayuda estatal a los pobres en educación y atención
médica es mucho mejor con cupones o “vouchers”. (4) Es malo que los Gobiernos
manipulen el tipo de interés; (5) y el tipo de cambio.
(6) La
apertura en importaciones es excelente, pero ¿por qué no quitar por completo
los aranceles? (7 y 9) Es bueno desregular los mercados y la inversión
extranjera, pero ¿por qué no liberalizar por completo la inversión, incluso
nacional o repatriada, y también el ahorro y el trabajo, y toda la economía?
(8) Es muy bueno privatizar empresas estatales, pero si no queremos transformar
monopolios estatales en privados, ha de haber desregulación. (10) El monopolio
viola el derecho de propiedad que se dice querer fortalecer; pero monopolio no
es una empresa grande, ni una empresa sola en un mercado, sino la empresa que
goza de privilegios especiales en impuestos, insumos y materias primas,
aduanas, seguros, transporte, relaciones con los trabajadores o con los bancos,
etc., otorgados como gracia por Gobiernos y Congresos. Y de este “capitalismo
de amigotes” hubo mucho en los ’90, a cubierto de la “regulaciones”; y lo hay
ahora.
¿Cómo
se aplicó en la práctica? Hubo reformas económicas pero muy fragmentarias
y parciales, muy poco liberales, a cargo de Gobiernos salidos de partidos
estatistas y populistas, el FMI, el Banco Mundial y las Universidades
asociadas.
En los 90 se
nos dijo que estas “reformas macroeconómicas” eran imprescindibles, y que más
adelante llegarían las “reformas de segunda generación”. Imprescindibles sí
eran muchas de ellas, para sacar a las economías del marasmo producido por los
socialistas de los ’70, algo así como poner a los enfermos en la Sala de
Cuidados Intensivos; pero después no hubo reformas de segunda generación, menos
de tercera o cuarta. Lo que hubo fue el contra-ataque de las izquierdas, y ya
en el nuevo siglo XXI, su regreso triunfal al poder, esta vez “recargados” con
Marxismo Cultural.
Lo cual
prueba que el “Neo” liberalismo, en el mejor de los casos, fue necesario pero
insuficiente. ¿Por qué? ¿Qué fue lo que pasó? Podemos resumir el juicio crítico
en seis puntos:
(1) Los
Gobiernos no redujeron drásticamente sus funciones. No conforme con su rol de
congresista, juez, policía y soldado, diplomático y contratista, el Estado
quiso seguir siendo educador, médico, odontólogo y bioanalista, promotor
social, deportivo, científico, artístico y cultural etc.; y ductor general de
la gente. En la economía apenas admitió cambiar, de mala gana y no siempre, su
papel de propietario de empresas por el de planificador, supervisor y
contralor, como “Superintendente” o gerente supremo.
(2) En
consecuencia no recortaron competencias, controles, poderes, prerrogativas ni
presupuesto. Menos aún nómina de personal, que continuó su nociva expansión,
consumiendo hasta el 80% de sus presupuestos. No cerraron Ministerios ni
oficinas. Es que no achicaron el gasto estatal, ni cesó el endeudamiento.
(3) Los
Gobiernos no aceptaron eliminar la inflación como medio de financiarse, sólo
reducirla. Por ello se siguió creando dinero-papel de la nada sin respaldo
real, y crédito sin respaldo de ahorros, con la banca de reserva fraccionaria,
y con las tasas de interés manipuladas artificialmente a la baja, estimulando
el endeudamiento. La inflación fue reemplazada en parte por el IVA y otros tributos,
y los aranceles por “derechos antidumping”, pero la presión tributaria y fiscal
no se redujo: se aumentó, como la presión reglamentarista. Y siguieron
empobreciendo a la gente con “devaluaciones competitivas”.
(4) Las
privatizaciones fueron “fiscalistas”, para capitalizar a los Gobiernos. Los
monopolios estatales fueron vendidos a precio de “gallina gorda”, sin dejar de
ser monopolios. Fueron adquiridos por grandes complejos empresariales y
consorcios internacionales apalancados por grandes bancos, con precios muy por
encima del real valor de mercado de sus activos. Y después los adquirentes
recuperaron todas sus inversiones con elevadas tarifas para usuarios y
consumidores, en su mayoría tan pobres como antes.
(5) Muy
pocas leyes malas derogaron; al contrario: se dictaron muchas otras nuevas. A
los monopolios privados les encuadraron en decretos y “Superintendencias”, pero
no en la disciplina de la competencia abierta. Los viejos controles de precios
se reemplazaron por leyes del Consumidor y “Pro competencia”. Y decretaron toda
clase de pesados y onerosos reglamentos laborales, ambientalistas, de “género”,
de la niñez y adolescencia, de indígenas, discapacitados, etc. según la moda
“política correcta”. Viejas y nuevas burocracias continuaron enseñoreadas a lo
largo de la economía y de la vida nacional entera, impidiendo a las iniciativas
individuales aprovechar su creatividad y fructificar.
(6) El viejo
modelo “cepalista”, de sacrificio de la exportación en aras del mercado
interno, se cambió por el contrario: sacrificio del mercado interno en pro de
la exportación, pero siempre bajo la planificación y dirección central del
Estado. Sólo cambiaron sus objetivos, modalidades y los sectores protegidos,
pero no el “proteccionismo”. Los esquemas de “integración” no hicieron
liberación comercial. Siempre sus listas de excepciones y “productos sensibles”
fueron más extensas que los propios acuerdos, y así la letra chica de los
Anexos mató a la letra grande de los Acuerdos. Esta visión de “bloques”
políticos permaneció; no es de Milton Friedman ni de la Escuela de Chicago, es
la típica de la teoría “dependentista” del subdesarrollo de los ’50 a los ’70:
Raul Prebisch, André Gunder Frank, el ex presidente brasileño Fernando Henrique
Cardoso, Enzo Faletto, Celso Furtado, Enrique Iglesias, Osvaldo Sunkel y Pedro
Paz.
En síntesis:
los cambios fueron pocos, tímidos, raquíticos, algunos meramente cosméticos, y
muchos en contra del libre mercado de verdad. Sus malas consecuencias y
estrepitosos fracasos les pavimentaron a las izquierdas su camino de regreso al
poder. Poco de “Neo” y menos de liberalismo real; su nombre debe ser
¡”Neo-mercantilismo”! “La misma gata pero revolcada”.
#
LIBERALISMO CLÁSICO Y GOBIERNO LIMITADO
En este
escrito resumimos las Cinco Reformas, a fin de concretar lo que llamamos “La
Gran Devolución”, en América latina. Nuestros países no son tan distintos como
se nos hace creer. Somos diferentes en las maneras de hablar y de vestir, en la
comida y la música; pero padecemos los mismos males, y el remedio es el mismo:
capitalismo de libre mercado. Pasa que los políticos estatistas siempre nos
engañan con el mismo cuento: “Este país es muy especial, diferente y atípico; y
es por eso que no cabe aplicar la receta de libre mercado”, nos dicen. Sin
embargo la receta de ellos, el estatismo socialista combinado con mercantilismo
y salsa picante de populismo, ¡es la misma en todas partes!
Mercantilismo
y socialismo. Son las dos variedades de estatismo. (1) Mercantilismo es el
capitalismo político y tramposo de la oligarquía de negocios establecidos,
usando en su favor el poder estatal para impedir la libre entrada de nuevos
competidores a los mercados, creando monopolios y oligopolios con reglamentos
disfrazados de leyes. Por su lado (2) el socialismo declara y promete mil
maravillas, pero siempre termina en lo mismo: “capitalismo de Estado”, usando
el poder gubernamental en provecho de las oligarquías “rojas”: política,
docente, burocrática, mediática etc. Y también empresarial: los socialistas con
éxito están invariablemente aliados a los empresarios mercantilistas antiguos,
o creando su propia clase empresarial emergente.
(3)
“Populismo” es vulgar demagogia, acompañada con promesas irrealizables y
dádivas “compensatorias”. Demagogia es halagar al pueblo: le dicen que es una
maravilla, un dechado de puras virtudes y sin defecto alguno, con un pasado
glorioso y un futuro promisorio, porque se lo merece, etc. Así le hacen tragar
a la clase popular sus promesas falsas de prosperidad y felicidad, que son
imposibles de cumplir a través de medios, políticas e instrumentos estatistas.
Quieren “redistribuir la riqueza”, y efectivamente toman para ellos un alto
porcentaje del ingreso nacional, pero ¿qué es lo que reparten? Una buena parte
se la quedan para ellos, por diversas vías, legales y no legales; y una ínfima
parte la distribuyen en bolsas de comida y otros “Planes Sociales” que son
meras limosnas para comprar votos.
Porque más
allá de las promesas populistas, la realidad siempre se impone: toda economía
funciona con capital, y en ese sentido toda economía siempre es “capitalista”.
Pero el mercantilismo es un capitalismo restringido, “sólo para los cuates”
(amigos y parientes); y el socialismo es un capitalismo más restringido aún,
“sólo para los gobernantes y sus allegados”. El liberal en cambio es un
capitalismo para todos, de abiertas oportunidades a quienes aspiren al
crecimiento y demuestren tener las capacidades.
Casi siempre
los estatistas sazonan su “mix” de mercantilismo y socialismo con algo de
religión, a su manera; en especial ahora que el Papa latinoamericano socialista
inclina más a la izquierda a la Iglesia Católico-romana, esperando así
reconquistar el terreno perdido frente a las “sectas” evangélicas. Es un hecho
que las iglesias cristianas más atractivas para los pobres son las
pentecostales, por su oferta de una “prosperidad” instantánea de tipo
milagroso. Y de “sanidad” y curaciones, un verdadero imán para familias hartas
de esperas y mala atención en los hospitales públicos, e impotentes para
pagarse una medicina privada. Y es un hecho que en su empeño, el Papa Francisco
se ha convertido en un líder global del Socialismo del Siglo XXI. Al final
tratamos este tema de la religión, muy espinoso pero de crucial importancia.
Las
cinco series de “problemas más graves”. En las encuestas de opinión,
siempre se pregunta por los problemas más acuciantes. Y siempre aparece en
primer lugar la inseguridad, personal y jurídica, y muy de cerca le sigue la
corrupción. En las provincias y departamentos del interior de cada país, la
queja es por “el abandono” en que están hundidas las regiones y provincias, por
falta de obras públicas e insuficiente mantenimiento. Otra queja muy sentida:
“Los políticos y partidos incumplen sus promesas”. Todos estos problemas son
los referidos con más frecuencia; y son de orden gubernamental o político (1),
por eso la Reforma Política es la primera de las Cinco.
Seguidamente
en las encuestas aparecen mencionados problemas de orden económico (2): el alto
costo de la vida, los “precios muy caros”, o los “sueldos bajos que no
alcanzan”, el desempleo, la pobreza, e incluso la miseria. Por eso la Reforma
Económica es la segunda de las Cinco.
Y para
terminar, nunca faltan en los sondeos las quejas por las deficiencias de la
educación en todos sus niveles (3), y en servicios médicos (4), y por las malas
condiciones del “seguro social” y las jubilaciones y pensiones (5). Por eso las
otras tres reformas son las sociales: en educación, en la salud, y en previsión
social, remedios para cada uno de estos problemas.
Las
Encuestas y la pirámide de Maslow. Este ordenamiento no es casual; de primera prioridad
es la vida, y por ello la inseguridad personal encabeza la lista de los
problemas. Lo segundo, la economía: necesidades básicas. Y después siguen la
educación, la salud y la vejez. Es una jerarquía de necesidades, como en la
“Pirámide de Maslow”.
Y además
tiene que ver con el “ciclo de vida” de las personas: la seguridad y la
subsistencia interesan a todas las edades; pero a los jóvenes es la educación
lo que en especial les inquieta; y a medida que nos hacemos más adultos, la
atención en salud y el plan de retiro para la vejez se nos hacen preocupantes.
Las Cinco
Reformas se basan en estudios de opinión por encuestas, y responden a la lógica
de las necesidades humanas de distinto orden, que han ser satisfechas, cada
cual en su prioridad respectiva.
Las
grandes falsificaciones. Para terminar esta parte introductoria, apuntemos
que el sistema antiliberal o estatista que padecemos se apoya en tres grandes
falsificaciones: de la verdad; de las leyes; del dinero y otras instituciones.
(1) Las
universidades no nos entregan conocimientos verdaderos. En su lugar nos dan
conocimientos falsificados, que tomamos por verdaderos. En cada Facultad o
Departamento para estudios sociales, hay una o varias corrientes dominantes que
justifican y apoyan el gobierno ilimitado, haciendo descarados fraudes contra
la verdad: relativismo, empirismo o racionalismo, utilitarismo, cientificismo e
ingeniería social, positivismos de todo color y pelaje, marxismo, keynesianismo
y ahora Posmodernismo. La Historia ha sido sometida a “revisionismo”. Las
líneas de pensamiento en Filosofía se presentan como si fuesen todas igualmente
importantes, por ser sus autores “famosos y célebres”. En las ciencias duras
también hay mucho fraude p. ej. con el calentamiento global y otros disparates
ecologistas y evolucionistas. Así ex como se nos escamotea la realidad, y se
nos impide, dificulta y encarece el tratar con nuestro entorno. Andamos a
ciegas por el mundo.
(2) Apoyado
en conocimientos falsos, el Parlamento nos dicta leyes falsas, asumiendo que
ley es toda norma con nombre de tal. Pero una “ley”, enseña el Prof. Friedrich
Hayek, es una regla de justicia general o universal, igual para todos; cosa
diferente a una “ordenanza”, una regla especial, válida sólo para ciertas
personas, grupos o categorías de individuos, empresas o instituciones. Así nos
encajan ordenanzas y nos dicen que son leyes. Y les creemos.
(3) Las
leyes falsas engendran instituciones falsas, pero legalmente cubiertas. Así se
nos dice que “dinero” es todo lo que las leyes digan que es dinero, y se impone
su uso por obligación, no importa si es dinero de verdad, con respaldo en un
bien económico real o mercancía, escogida por la gente para usar como moneda de
cambio universal. Igualmente nos dicen que “banco” es lo que las leyes dicen
que es un banco, no una entidad de depósitos que otorga créditos con respaldo
en los ahorros del público.
Muchas
Iglesias nos dan un cristianismo falsificado. Pero ese tema va al final.
Aprender
y desaprender. Cuando careces de conocimientos, aprender no es tan difícil. Para
aprender Química por ejemplo, basta dedicar tiempo y algo de esfuerzo a
estudiar la materia. Tienes la mente en blanco, nada que “desaprender”. Pero si
quieres aprender Economía por ejemplo, o Ciencia Política, eso sí es más
difícil, porque para aprender, tienes que desaprender un cúmulo de
conocimientos falsos que hay en tu cabeza; y es en paralelo: las dos tareas a
la vez. Es complicado.
Y es peor si
has estudiado estas materias en una Universidad, por años, incluso tal vez
hasta en Posgrado, asimilando contenidos que creíste verdaderos e
indiscutibles, más allá de toda duda. Aprender se torna trabajoso. Aunque si no
has pasado por el aula universitaria, entonces tienes muy poco que desaprender,
apenas lo que has oído por ahí, de la gente o de los medios; y aprender ya no
se vuelve tan desgastante.
Para
aprender liberalismo, hay en cada país hay uno o varios “tanques de
pensamiento”, dedicados a “difundir las ideas de la libertad”, como ellos les
llaman. No parecen tener mucho éxito, a juzgar por la hegemonía de las
izquierdas. ¿Por qué fracasan los tanques de pensamiento liberales?
Porque van a
lo difícil en lugar de ir a lo fácil. En vez de dirigirse al público general,
que tiene menos que desaprender, se enfocan en un público universitario,
creyendo que así van a tener mayor influencia. Pero como vimos, los
universitarios tienen mucho más que desaprender. Y hay otro factor que hace muy
duro el desaprender: la natural vanidad, o la falta de humildad. Y como si esto
fuera poco, muchos universitarios tienen una “carrera” hecha en el estatismo, o
esperan tenerla. Y es una inversión considerable, de tiempo, energía y
dedicación, y dinero. No es para tirar por la borda.
Si los
“tanques” fuesen partidos políticos, tendrían que buscar votos en el público en
general, y en esto se enfocarían. Sería mucho más fácil explicar las reformas
liberales, sin estar constantemente atajando un sinnúmero de objeciones, muchas
de ellas sin sentido, basadas en conocimientos falsos.
II. EL
PROGRAMA DE LAS CINCO REFORMAS
#
FUNCIONES, PODERES Y RECURSOS
Gobierno
Limitado. El
liberalismo clásico, el verdadero, no se centra en la idea de “libertad”, así
en el aire, en abstracto, como creen los liberales despistados, sino en el más
concreto concepto de “Gobierno limitado”, lo que significa “limitado” a sus
funciones propias, específicas y conforme a su naturaleza. Ese es el punto de
partida de su ideario o doctrina.
Y para el
Liberalismo Clásico, ¿cuáles son esas funciones propias del Estado, mejor
dicho, de los Gobiernos? Sólo tres nada más: seguridad; justicia; y obras
públicas de infraestructura. Por lo tanto, un Gobierno liberal también es
“limitado”: en poderes, y en recursos financieros. Esto es: cuenta con todos
los poderes y recursos necesarios para cumplir sus tres funciones, pero nada
más. Gobierno limitado es lo contrario al “estatismo”, sistema hoy vigente en
América latina y en casi todo el mundo. La Reforma No. 1 es para recuperar el
Estado sus tres funciones propias, hoy sumidas en el descuido y el abandono.
“Estatistas”
son Gobiernos que usurpan otras cuatro clases de funciones, privadas por su
naturaleza: económicas; docentes; médicas; previsionales (jubilaciones y
pensiones). En los Gobiernos estatistas, los mercantilistas dicen “ocuparse de
la economía”; y los socialistas dicen estar “muy preocupados por los pobres”,
así que nos aseguran que van “ocuparse de la educación, la salud, y la
seguridad social”. Asumen que los Gobiernos pueden ocuparse de sus tres
funciones propias, más las otras cuatro: en total siete; ¡y eso ya es
demasiado! Sabemos que “quien mucho abarca, poco aprieta”.
Por eso
todos los Gobiernos estatistas incumplen sus promesas. Todos fallan. Hay que
cambiar el sistema. Y los llamados “partidos de oposición” nos ofrecen siempre
más de lo mismo. “Nosotros sí vamos a poder cumplir”, nos dicen; esa es su
promesa básica. Y es falsa.
La Gran
Usurpación. Lo que se
llama por lo común “Revolución,” es en realidad una usurpación, y triple. A las
personas, familias, empresas y otras entidades privadas, nos usurpan
primeramente funciones, p. ej. hacer negocios y empresas productivas, educar y
enseñar, curar a los enfermos, ocuparnos de los ancianos y desvalidos, etc. Con
el pretexto de cumplir ellos esas funciones, los Gobiernos también nos usurpan,
en segunda instancia, una gran cantidad de recursos, es decir dinero, mediante
altos impuestos e inflación; y por fin nos usurpan poderes, o sea libertades,
con sus minuciosas y restrictivas regulaciones.
De este modo
el estatismo nos sobrecarga y perjudica con gravámenes exagerados, y
caprichosos reglamentos para toda suerte de actividades, comerciales y de todo
género. Los Gobiernos acaparan fuertes dosis de poder absoluto, y dinero en
cantidades astronómicas, que usan en provecho propio y de sus allegados. Y nos
debilitan e incapacitan para servir a las funciones privadas a los individuos,
familias e instituciones particulares como las empresas, centros docentes,
clínicas médicas, y fondos de pensiones, entidades que bajo el estatismo son
del Estado o dependen del Estado, directa o indirectamente.
Así las
personas individuales y las familias quedamos desapoderadas y empobrecidas,
dependientes también del Estado. Semejante concentración de poder y dinero en
las mismas manos, las “visibles” del Estado, se hace inmanejable, y fuente de
toda clase de ineficiencias y corrupciones.
“La
Gran Devolución”. Lo contrario a esta usurpación es “La Devolución”, también triple: de
funciones, de poderes, y de dinero. Y eso es mediante las demás Reformas, que
son también devoluciones: consisten en el traspaso de las funciones privadas en
los negocios y la economía a sus titulares naturales que son las empresas,
muchas condenadas ahora a la informalidad, en la Reforma No. 2. Y asimismo en
la educación, la salud y la previsión social, respectivamente a las escuelas y
centros educativos, a las clínicas y sanatorios, y a las Cajas de Previsión, en
las Reformas Nos. 3, 4 y 5, junto con el apoyo estatal a los más pobres pero
mediante “vouchers”, específicos para cada uno de estos tres rubros, en el
proceso de la transición hacia el capitalismo liberal maduro, y al desarrollo
político, económico y social.
Profecía
que se realiza a sí misma. El sociólogo Robert K. Merton, en su libro
“Teoría y Estructura Social”, define este tipo de “profecía” de este modo: “es
una descripción falsa de la realidad, pero que suscita un comportamiento que
modifica la situación y la vuelve verdadera”.
Y esto es lo
que hace el socialismo: “el Estado se hará cargo de todo porque tú no puedes”,
te dice, y con ese pretexto te quita tus recursos y tus libertades ¡y así te
vuelve realmente impotente! “El Estado se va a ocupar porque tú eres incapaz”,
te dice el Estado, y se apodera de la economía, la educación, los medios, los
partidos e instituciones, y te carga de impuestos y regulaciones, ¡y así te
vuelve de hecho incapaz e impotente! En lo económico y en lo político.
La
Anti-política. Es el grito de la clase media ante la situación real de impotencia.
Esta clase media confunde “política” con politiquería, y no quiere entender que
el problema no es este o aquel Presidente sino el sistema. Algunos intuyen que
hay que cambiarlo, pero la clase media se ve impotente para hacer eso, incluso
para entenderlo! Por eso su bronca contra “los políticos”, la política y los
partidos, unida a la histeria anticorrupción, que es en el fondo un reclamo
socialista: “Se roban el dinero en vez de hacer escuelas y hospitales para mí!”
La
Antipolítica se expresa en las “marchas”. Cada tanto la “indignada” clase media
convoca a una “marcha de protesta” por tal o cual abuso, este o el otro. Jamás
se convoca a hacer un partido liberal para salir del estatismo, al menos
masivamente. ¿Y qué cambian las marchas? Nada.
¿A
quiénes interesan las Cinco Reformas? A toda la ciudadanía en
general, pero en especial a varios sectores, grupos y categorías de gentes
involucradas. Nuestra labor, la tarea pendiente de los liberales en un partido
Liberal, es mostrarlas y explicarlas. Se basan todas en el axiomático principio
liberal de la estricta “separación” de lo público respecto de lo privado; y son
las siguientes, comenzando por la primera y de mayor importancia.
#
POLÍTICA Y PARTIDOS: SEGURIDAD, JUSTICIA, Y OBRAS DE INFRAESTRUCTURA
UNO:
Reforma Política, de los Gobiernos y los partidos, para devolver al Estado a sus
funciones propias: seguridad, justicia, e infraestructura, las cuales hoy se
encuentran muy descuidadas por la desidia oficial. Esta Reforma es para
fortalecer esas capacidades, hoy debilitadas y corrompidas; y también para
jerarquizar debidamente a las instituciones y servidores públicos encargados de
las mismas y su cumplimiento. O sea: militares y policías; jueces y agentes
judiciales; funcionarios y contratistas de obras de infraestructura; todos los
cuales se hallan enormemente desprestigiados hoy en día.
Seguridad
primero. El crimen
es señalado como el principal y más grave problema, sobre todo en las grandes
ciudades. ¿Por qué el desborde criminal? Muy simple: porque no se ocupan, ya
que la ideología socialista hegemónica tiende a exculpar al criminal, incluso a
justificarle. Por todos los medios siempre las izquierdas nos dicen que el
crimen es “un producto de la descomposición típica de la sociedad capitalista”;
y no le echan la culpa al ladrón, asesino o violador, sino al consumismo, al
materialismo, al individualismo, a la prensa y demás. Es obvio el efecto
destructivo que este discurso tiene sobre la fibra moral y el tejido social,
como muchas veces apuntó el Profesor Milton Friedman, un Premio Nobel de
Economía que sabía mucho más que de su especialidad. Por eso en las encuestas
de opinión aparece primero la inseguridad.
En el interior
del país, la queja es por “el abandono” de las regiones, la falta de obras
públicas como caminos, puentes y carreteras para facilitar el comercio y
dinamizar la economía, y también de embalses y represas para controlar y
aprovechar el ciclo estacional de lluvias y sequías en la irrigación. Y hay
mucho descontento también por la corrupción y “Los políticos y partidos que
incumplen sus promesas”. Todos estos problemas son de naturaleza política,
entonces la Reforma Política es la primera.
¿A quiénes interesa
más esta Primera Reforma? Primeramente a los militares y policías; a los
jueces, fiscales y personal de tribunales y penitenciarías; también a los
empresarios privados constructores de las obras públicas. Hay que explicar que
bajo un sistema liberal, van a tener el reconocimiento social y la justa
compensación de que hoy carecen. Porque el estatismo declara “primeras
prioridades la educación y la salud”; pero es pura retórica vacía.
La Reforma
No. 1 va a dignificar a los agentes de la seguridad y la justicia, con y sin
uniforme; y los de la educación y la salud también serán dignificados y
enaltecidos, por otra vía, la privada, como veremos en las Reformas Nos. 3 y 4.
A los empresarios, formales e informales, a los inversionistas, y también a los
consumidores, interesa mucho esta reforma y la siguiente, como vamos a ver
también; porque a todos nos van a enriquecer.
Administración
de Justicia. Es la segunda función propia del Estado, después de la seguridad. El
Premio Nobel de Economía Douglass North, trabajando el tema del subdesarrollo
económico, ha identificado una de las causas de mayor peso: la carencia de
tribunales confiables para hacer valer y cumplir los contratos y derechos, y
resolver los conflictos en los negocios. Eso obliga a la gente a hacer negocios
casi nada más que con familiares y conocidos de confianza, lo que limita
enormemente su radio de actividad económica y producción. La inseguridad, y la
ausencia de obras públicas o de su mantenimiento idóneo, se suman a los
factores limitantes.
Esta Reforma
No. 1 incorpora también para el área de la legislación ordinaria, el concepto
de justicia restauradora o compensatoria, centrada en la víctima, y en su
derecho a recibir una justa indemnización por daños de parte del criminal, más
que en la “regeneración” del delincuente. Por ello esta Reforma es de
particular interés para las víctimas de los delitos, hoy tan desasistidas. En
este caso, al igual que en las demás Reformas, a los potenciales beneficiarios
hay que mostrar las ventajas y beneficios tangibles que les reportarán, tanto
en lo material como en otros órdenes de la vida.
La propiedad
privada del subsuelo es otra innovación incluida en la Reforma No. 1. ¿Qué pasa
si descubres petróleo, gas, oro o plata en tu propiedad? Que el Gobierno te la
quita, porque el Estado es el dueño del subsuelo. Eso no era así en otros
países como en EE.UU., donde la propiedad privada de los inmuebles se extendía
“desde el Infierno hasta el Cielo”. Los propietarios texanos y californianos
fueron dueños del petróleo y los recursos minerales, y muchos lo son todavía.
Bajo el
sistema liberal, un propietario tiene muchas opciones para tratar con compañías
petroleras o mineras: puede alquilar, puede dar su terreno en comodato, puede
vender o ceder en permuta. Y también puede asociarse con las empresas
multinacionales. Según lo que más le convenga, a su entender.
Obras
de infraestructura. Hace un siglo el sociólogo alemán Max Weber definió
al Estado como el “monopolio legal de la violencia”. Por eso se requiere para
las tareas sociales que necesitan del uso de la violencia: reprimir el crimen;
hacer justicia pública en última instancia para resolver choques y conflictos;
y construir caminos y carreteras, cobrando impuestos a los remisos. En cambio
no se requiere el Estado en tareas que no ameritan uso de la fuerza, y que por
ello los agentes privados pueden cumplir: hacer negocios; enseñar; aplicar
cuidados médicos; y atender cajas o fondos de jubilaciones y pensiones.
La principal
causa del subdesarrollo es que el Estado se entromete en lo que no debe, y no
hace con eficacia lo que debe. No está para producir bienes y servicios, o
tratar con educandos, enfermos y ancianos. No son esas sus labores, y por eso
falla. Está para perseguir y apresar criminales, y juzgarles, en primer lugar;
y en segundo término, para contratar ciertas obras de infraestructura que las
empresas privadas difícilmente podrían hacer cobrando precios, y pagarles con
“tributos” recabados a la gente. Por eso su estructura es vertical, jerárquica,
burocrática y autoritaria; y por ello no se adapta a los oficios de agricultor,
fabricante, comerciante, maestro, médico y asistente a la vejez. En estas
ocupaciones falla también, porque se empeña en hacerlas, contra su “ontología”,
o sea: su naturaleza.
Corrupción. Es un
producto del estatismo principalmente: de la indebida mezcolanza de lo público
y lo privado. La connivencia de intereses es inevitable: cuanto más estatismo,
más corrupción. Y la corrupción se ha hecho un medio normal de financiación
para los candidatos estatistas, sus partidos y campañas.
Por otro
lado, la realidad es que la “lucha anticorrupción” es una farsa, un medio para
competir los políticos estatistas unos con otros, acusándose mutuamente de
corruptos, y evitando así los temas de fondo. Los lapsos de campañas
electorales deberían servir para discutir los temas de fondo, los tales
“proyectos de país”, las propuestas de los diversos partidos y candidatos. Eso
no ocurre, porque los escándalos de corrupción abarrotan los periódicos, las
radios y las pantallas de las televisoras.
Con sus
escandalosas “denuncias” se quitan de en medio unos a otros: los corruptos
expertos y más hábiles en borrar huellas y no dejar rastros, pueden sacar del
juego a los corruptos menos diestros en tales artes, y también a la poca gente
decente pero muy incauta que a veces se atreve a incursionar en la política
municipal y regional. La corrupción es endémica, en muchos casos es
“narcorrupción”, y en ciertas naciones se liga además a la “narco-guerrilla”,
sobre todo a niveles locales. Por eso no es recomendable para los liberales
arriesgarse y enredarse en la corrupta política estatista de las Alcaldías y
Gobiernos regionales; es inefectivo, y peligroso. Lo aconsejable es candidatear
directamente para el Congreso: a derogar Leyes Malas e impulsar las reformas.
El remedio
para la corrupción es: la des-estatización. En un sistema liberal el comercio,
la enseñanza, la medicina y la previsión social se separan del Estado. Así la
corrupción disminuye drásticamente, y puede ser tratada con sus remedios
naturales propios, que son los judiciales. Pero para eso hay que separar esas
cuatro áreas de actividades del Estado; y a ese fin son respectivamente las
reformas Nos. 2, 3, 4 y 5.
Federalismo
y municipalismo efectivos. Se incluyen en la Primera Reforma. Este tema
interesa en el interior de cada país. Mucha gente me pregunta “¿Podría yo
postularme para Alcalde (o Gobernador) y hacer las reformas liberales en mi
localidad?” ¡No sirve! Primero es necesario cambiar el actual sistema
estatista, en el que los Alcaldes y Gobernadores tienen muy pocos poderes
efectivos, y no tienen el poder de derogar las leyes, el cual pertenece sólo al
Congreso.
En el
liberalismo clásico, el “Gobierno” más importante y primero es el inmediato: local
y regional, antes que el nacional, mal llamado “central”, como si los otros
fuesen “periféricos”. Esto se llama municipalismo y federalismo verdaderos, que
comienzan por el “principio de subsidiaridad”, pero bien entendido, que se
expresa así: las funciones estatales genuinas les caben primero que nada a los
Gobiernos locales, tanto municipales como regionales, y al nivel nacional sólo
después, y en carácter subsidiario: cuando estos no puedan desempeñarlas.
“Voto
Limpio” y partidos privados. Por la Reforma No. 1 los partidos políticos serán
liberados de sus actuales lazos de dependencia y subordinación al Estado, con
lo cual se les devolverán a los afiliados y simpatizantes, y se ampliará y
mejorará el abanico de ofertas electorales. ¿Cómo es eso? ¿Cómo va a ser el
sufragio, los partidos y candidatos? ¿Y el financiamiento y la organización
interna de los partidos? La Reforma Política incluye cinco reglas para los
partidos y las elecciones, que llamamos “Voto Limpio”:
(1) El
sufragio es plenamente libre y voluntario, no hay multas ni sanciones, y la
abstención es legal; (2) y se incluye el voto en blanco o “por ninguno” como
opción abierta, plenamente válida. O sea: el voto no es obligado. Estas dos
reglas ponen sobre los partidos la obligación de ser atractivos si quieren
sacar votos y reunir adherentes y recursos.
(3) No hay
financiamiento público: los partidos deben sostenerse sólo con aportes de sus
miembros y simpatizantes, e igual sus campañas electorales. Por consiguiente
(4) no hay directrices ni reglamentos estatistas para los partidos ni para sus
campañas electorales, en todo se rigen exclusivamente por las voluntades,
opiniones y criterios de sus adherentes, en su doctrina, en su Programa, y
también en sus Estatutos, que definen su forma organizativa, estructura
interna, derechos y obligaciones, etc.
Es decir que
si no te gusta la ideología de un partido o su propuesta, o su modo de
financiarse, o su organización, si te parece poco democrático, pues no entras,
o te sales, y si quieres te puedes pasar a otro, o a ninguno. Simple. Estas dos
reglas ponen sobre los partidos la obligación y la responsabilidad de ser cada
vez mejores para atraer membrecía. Y fondos.
Y para
concluir: (5) no hay exigencias desmesuradas de miles de firmas y vallas
exorbitantes para presentarse a competir en comicios. Esta regla pone sobre los
hombros de los partidos establecidos el deber de soportar la competencia
abierta.
#
ECONOMÍA: ¡TODOS A GANAR MÁS Y VIVIR MEJOR!
A caballo
entre las reformas política (No. 1) y económica (No. 2) tenemos una drástica
rebaja general de gastos públicos, como consecuencia del adelgazamiento del
Estado y su aparato burocrático. Por lo tanto, la deuda pública ya no se
justifica. Y tampoco el elevado nivel de la carga tributaria sobre las espaldas
de la gente. Resultado: precios más bajos para todos.
Deudas. Hoy en
día el Estado no sólo se endeuda, sino que empobrece a las personas, familias,
empresas e instituciones privadas; y en conjunción con la banca, presiona a los
privados a endeudarse, en el contexto de la economía inflacionaria. La Reforma
No. 1 prohíbe al Estado endeudarse; y por su lado la Reforma No. 2 le abre la
puerta al ahorro privado, con lo cual desaparece la presión extrema por el
endeudamiento a los particulares, y se devuelve al crédito su rol natural de
recurso extraordinario para emprendimientos productivos, ¡que serán muchísimos!
Impuestos. A la
pregunta “¿Pero y de qué va a vivir entonces el Estado?” la respuesta es: con
una recaudación tributaria no menor que la actual, y probablemente mucho mayor,
procedente de nuevas empresas, negocios y empleos, y de los ahora existentes,
pero que serán mucho más productivos y con mayores ingresos. Esto se llama
“efecto Laffer”. La Reforma No. 1 incluye a ese fin el impuesto de “las tres U”:
único, uniforme (igual para todos), y universal (sin excepciones). Ese
impuesto, de una alícuota muy baja, será recaudado por los Municipios, y
distribuido desde abajo hacia arriba con los Gobiernos regionales y nacional.
Esto se llama “federalismo fiscal”. Pasemos ahora a la Segunda Reforma.
DOS:
Reforma del dinero, la banca y la economía, para devolver las actividades
económicas a los empresarios, al dinero su valor, y a la banca su rol
intermediador entre ahorros y préstamos. A fin de desaparecer los ciclos
económicos de auges artificiales inflacionarios, con sus posteriores
inevitables secuelas de crisis, recesiones y depresiones, la Reforma No. 2
contempla un patrón bimetálico para la moneda, oro y plata, y un sistema de
reserva total para la banca. Tendremos así deflación en lugar de inflación: el
poder de compra de la moneda va a subir en vez de bajar. Será de gran beneficio
para la economía formal, tanto empleados y trabajadores como empresarios. Y en
una economía en continua expansión y capitalización, la banca va a operar con
crédito sólido, fundado en el ahorro.
Esta Reforma
No. 2 también incluye la derogación de todas las leyes malas que hoy atentan
contra el desarrollo de la economía informal. Las PYMEs no van a estar
obligadas a quedarse “pequeñas” para siempre; van a poder crecer, aumentar el
giro de sus negocios y hacer más ganancias, creando más empleo, más productivo
y mejor pagado. La economía privada en expansión va a poder absorber los
recursos humanos liberados por el Estado con el cierre de Ministerios,
departamentos y oficinas burocráticas. Todos podremos tener más capital y
trabajo, más empleo, más riqueza e ingresos.
La Bolsa y
las instituciones bursátiles también van a aprovechar ampliamente. Y claro, las
empresas estatales van a ser licitadas; pero sin monopolios; los liberales
queremos desaparecer los monopolios, no nada más hacerlos privados.
# MEJOR
Y MÁS EDUCACIÓN, ATENCIÓN MÉDICA Y PREVISIÓN SOCIAL
Simultáneamente
con las Reformas de la política y la economía, hay tres Reformas “sociales”,
para la educación, la salud, y las jubilaciones y pensiones. Es muy importante
destacar, subrayar e insistir que las Reformas son complementarias; y que por
eso han de ser simultáneas. En muchos países, los fracasos en reformas
liberales se han debido a un “gradualismo” mal entendido: una reforma hoy, la
otra ya veremos.
Las Reformas
sociales se ocupan de Educación (No. 3), atención médica (No. 4) y de los
sistemas de jubilación y pensiones (No. 5). Operan a la vez por el lado de la
oferta y de la demanda. Por el lado de la oferta, lo que hacemos es devolver la
educación a los maestros y profesores, el quehacer médico a los doctores,
enfermeras y profesionales de la salud, y el seguro social a sus
administradores, empleados y obreros. A los directivos, operadores y
trabajadores de cada centro se les dice: estas instituciones, con sus inmuebles
y equipos, de ahora en adelante son de Uds. Se las entregamos como “dación en
pago” por las obligaciones pendientes. Verán si forman una empresa, una asociación
civil, una cooperativa o una ONG, lo que quieran. Y competirán por clientes y
usuarios con otras instituciones similares.
Por el lado
de la demanda, lo que hacemos es apoyar a los clientes y usuarios más pobres
con bonos o “vouchers”, reembolsables en dinero a las entidades elegidas por
sus titulares. Estas son ayudas sociales.
Si se hacen
reformas estructurales, como las incluidas en las Cinco que proponemos, pero
sin brindar ayudas sociales, mucha gente pobre se ve afectada. Pero si se dan
ayudas sociales, sin hacer reformas estructurales, la gente pobre se queda
“enganchada”: nunca sale de la pobreza. Y eso es lo que quieren los
socialistas; nosotros no. Por eso en este Programa las ayudas sociales son
transitorias, y complementarias de las reformas estructurales. Veamos:
TRES:
Reforma de la Educación, para devolver la enseñanza a los educadores: los
docentes hoy mal pagados y mal tratados en los institutos estatales de
enseñanza, van a ser sus dueños y propietarios.
Desde luego
las entidades privatizadas van a competir con los institutos docentes que ya
son privados, y en igualdad de condiciones, porque todo el sector educación, en
todos sus niveles, será desestatizado y desreglamentado. Así se van a
diversificar y mejorar notablemente todas las ofertas educativas a disposición
del público, que hoy están demasiado uniformizadas, desactualizadas y
empobrecidas.
Como
política transicional, la Reforma No. 3 incluye bonos (“vouchers”) para los
buenos alumnos sin recursos económicos, a fin de empoderarles para escoger
libremente el instituto de su preferencia. El Estado reembolsará en efectivo el
valor de los bonos a los centros escogidos por los educandos. Es obvio a
quiénes hay que mostrar todos los beneficios de la reforma educativa: padres,
maestros, profesores y estudiantes.
CUATRO:
Reforma de la Atención Médica y el sector Salud, para devolver la atención médica a
los profesionales de la salud. Esta reforma es análoga a la anterior: los
profesionales que hoy se desgastan en institutos estatales pobremente
suministrados, serán sus dueños y propietarios; así competirán con las clínicas
privadas. Como medida transicional, también hay bonos para pacientes de bajos
recursos, tanto los enfermos como los discapacitados y accidentados, que van a
poder escoger libremente el instituto de su preferencia, entre los privatizados
y los que ya son privados. Como en el caso de la educación, los bonos serán
reembolsados en dinero a los centros médicos escogidos por sus usuarios.
Es obvio a
quiénes hay que mostrar las ventajas: a doctores, enfermeras, paramédicos,
bioanalistas, etc., que van a trabajar de manera independiente, ganando más y
viviendo mejor; a la gente, que recibirá mucha mejor atención, sobre todo a
quienes hoy no pueden pagarse un servicio privado, y están condenados a
mendigar una pésima atención en los servicios estatales, llamados “públicos”.
CINCO:
Reforma de la Previsión Social para devolver la previsión social a las Fondos
de Jubilaciones y Pensiones. Esta reforma es similar a las dos anteriores; por eso
son “reformas sociales” las devoluciones 3, 4 y 5. El “Seguro Social” de ahora
será entregado a sus empleados y trabajadores en propiedad. Para que puedan
competir con los Fondos privados, en un ambiente de libre mercado, aunque
transitoriamente con ayuda estatal a los más pobres, en bonos suficientes para
adquirir la póliza de un Plan Básico de Seguridad Social, en el instituto de su
libre elección.
Como en las
otras dos reformas sociales, el Estado también reembolsará en efectivo el valor
de los bonos a los institutos escogidos por los usuarios. Un Ministerio de
Apoyo Social se va a encargar de administrar las tres series de bonos, para que
los apoyos puedan ser focalizados de verdad, mediante “trabajadores sociales”
que por primera vez van a hacer su trabajo en lugar de ser agitadores
revolucionarios al servicio de la izquierda.
III.
LIBERALISMO PARA ADULTOS
#
PREGUNTAS QUE SIEMPRE SE HACEN
Cuando
hablamos de liberalismo, y sobre todo si presentamos el Programa de las Cinco
Reformas, casi siempre surgen las mismas preguntas, muchas implicando dudas y
cuestionamientos, y también objeciones y críticas. Es casi siempre por culpa de
los conocimientos falsos; sobre todo en el público universitario. Veamos
algunas de las más comunes, junto con otras cuestiones y temas que se suscitan.
“¿Y en
qué país se han hecho estas reformas?” normalmente es la primera. Se
puede mencionar aquí que en los años ’50 las hubo en los tres países vencidos
en la II GM: Alemania, Italia y Japón. En los años ’70 en los “cuatro dragones”
del sudeste de Asia: Hong-Kong, Singapur, Formosa, y Sur-Corea. Y en los ’90,
se llevaron a cabo las reformas de Margareth Thatcher y Ronald Reagan en
Inglaterra y en EE.UU. Y en los países escandinavos, que muchos tienen por
“socialistas exitosos”, pero en aquel entonces dejaron de ser socialistas, al
menos en gran medida. Ahora en este siglo XXI se ven los resultados de las
reformas comenzadas por Deng Xiao Ping en ciertas partes de China.
Allí donde
estas reformas se aplicaron, el éxito ha sido indiscutible. Cuanto más a fondo
se aplicaron, mayor el éxito. Y cuanto menos a fondo, los logros fueron menos
espectaculares, y no se hizo esperar la reversión del proceso: los socialistas
han regresado.
Porque estas
reformas no fueron aplicadas a fondo en ningún caso; y por consiguiente no
erradicaron por completo los males. Entonces surge la siguiente pregunta: “¿Por
qué no se hicieron a fondo las reformas”? O la otra más o menos equivalente:
“¿Y en qué país hay un sistema liberal puro?” Pues la respuesta es: en ninguno.
Pero no porque sea malo el sistema de iniciativa individual, libre mercado y
Gobierno limitado,
¿”Por
qué no se aplica el liberalismo”? Porque el estatismo no lo permite; tan simple
como eso. La poderosa y hegemónica alianza mercantilista-socialista restringe
muy severamente, o incluso prohíbe la libre entrada a los mercados y la
competencia abierta. Es así en todas las naciones, con muy disímiles pretextos;
y uno de ellos es: “todos los extremos son malos, por eso el colectivismo extremo
tampoco se aplica en ningún país!” Y verdad, es cierto que aún bajo el
comunismo más duro hay muchos mercados “negros” clandestinos que son
“tolerados” porque sirven a sus clientes; pero no es por ser “un extremo” sino
por supervivencia, incluso de los parásitos socialistas, que de otro modo no
podrían ni comer. No todos los extremos son malos.
¿Y los
“Índices de Libertad Económica”? Nos muestran que a más estatismo, menos
prosperidad y más pobreza. Eso es un hecho. Pero estos indicadores son
engañosos, en tanto no miden grados de libertad sino de opresión, de estatismo.
Ordenan los países no en base a mayor libertad sino a menor estatismo relativo,
que no es igual. Y a los países relativamente menos estatistas en comparación
les llaman “libres” o “más o menos libres”. Pero es como poner a 150 asesinos
seriales en orden creciente, desde el menos al más criminal, según número de
homicidios de cada uno. Y al que “solo” tiene 5 muertos, le dicen “honesto” o
“relativamente decente”… sólo porque los otros 49 tienen cada uno 20 muertos en
promedio!
Autocrítica. Hay otras
tres series de razones por las cuales el liberalismo “no se aplica”, y hay que
exponerlas muy honestamente. (1) Los grupos liberales se encierran en “tanques
de pensamiento” y se resisten a embarcarse en la política activa, y en esos
ambientes enrarecidos predominan los “libertarios” anarco-ateístas, que se
encargan de espantar a cuanta gente corriente y normal se acerca a curiosear; o
bien se encaminan en el quehacer político, pero creyendo que hacer concesiones
al estatismo es requisito para tener éxito, y así fracasan, porque con tantos
mercantilistas y socialistas originales, nadie quiere copias. (2) Como tratamos
al final de este escrito, el liberalismo clásico es un producto de lo que antes
se llamaba la Civilización Cristiana Occidental, con raíces en la Biblia. Es la
doctrina política del cristianismo; y por tanto los cristianos deberían
impulsarla; pero desde hace unos 150 años aproximadamente impulsan el
socialismo, siendo esa una de las razones del éxito de las izquierdas. (3) El
tercer factor se deriva de los otras dos: las resistencias de los liberales
para hacer las necesarias autocríticas y rectificaciones.
¿El
capitalismo es la propuesta de la derecha? Por supuesto, tanto como que
el socialismo es la de la izquierda. No hay que temer a definirse claramente
por la derecha, así como los partidarios del socialismo no temen definirse por
la izquierda. Si los liberales no lo hacemos, jamás vamos a argumentar en
defensa del libre mercado, porque las izquierdas nos espetarán “¡Eso es de la
derecha, eso es capitalismo!” y así nos quedaremos mudos, como tontos sin saber
qué decir, cuando la respuesta tiene que ser un orgulloso “¡Sí, soy
pro-capitalismo liberal y de derecha! ¿Y qué?”
Sólo es
preciso aclarar que hay dos derechas: la mala, el mercantilismo, la del
“capitalismo para los cuates”. Y la derecha buena, el capitalismo liberal o de
libre mercado: capitalismo para todos. Y hay dos izquierdas: la mala es la
socialdemocracia; y la otra es peor: lo que se llama comunismo en todo el
mundo, aunque en la Alemania de Hitler se llamó nazismo. Difieren en los medios
que usan: la primera es la blanda, “menchevique”, emplea la mentira; y la
segunda es la dura, la “bolchevique”, que utiliza la violencia además de la
mentira.
Izquierda
buena no hay; eso no existe. Y de la derecha mala (mercantilismo) se puede
pasar a la buena (libre mercado); pero de la izquierda mala se pasa casi
siempre a la peor. ¿Por qué? Porque el socialismo siempre es malo, y sus resultados
son nefastos; y si no hay una opción fuerte de la derecha, las únicas opciones
a las izquierdas malas son las peores. Todos los Gobiernos de izquierdas
decepcionan, pero a cada frustración culpan “al capitalismo” (¿?) siempre
tienen otra opción de “izquierda verdadera” para repuesto.
“¿Y
Pinochet?” Jamás
falta esa pregunta. Los liberales despistados dicen que “todas las dictaduras
son iguales”, y que “Pinochet es como los Castro”, como si la tiranía que
entronizó el comunismo en Cuba fuese igual a la dictadura que le evitó a Chile
ese mismo futuro. Las de izquierda no son dictaduras, son tiranías, porque
además de autoritarias son “totalitarias”, aspirando a un control socialista
sobre “todas” las áreas de la vida social e individual. Las de derecha sí son
dictaduras; y por supuesto son indefendibles desde un punto de vista liberal
clásico, pero no son “equivalentes” a las tiranías.
Democracia
y partidos. Lo que
defendemos es la democracia, pero una democracia sana, con partidos claramente
identificados con sus respectivas doctrinas de izquierdas y derechas, de modo
transparente, sin engaños ni disimulos.
En ese
contexto defendemos el sistema de listas en las elecciones al Congreso,
injustamente vilipendiado por la partidofobia de los “anti-políticos”. Si los
partidos son privados y entran a competir entre sí, como era en alguna Era
pretérita, naturalmente tiendan a ocupar cada uno su nicho ideológico favorito,
y por ello a distribuirse a lo largo del espectro. En tales condiciones, una
lista de candidatos no es un crimen ni algo pecaminoso, sino una manera de
comunicar al elector, entre otras cosas, la filiación ideológica de los
incluidos en la lista, rebajando de ese modo los costos de información al
público.
Lo contrario
a democracia sana es una democracia enferma o “patológica”, tal como enseña el
Prof. Olavo de Carvalho, con partidos de izquierda, centro izquierda, extrema
izquierda, ultra-izquierda e izquierda pura, …aunque algunos de manera
disimulada, usando para sus partidos nombres raros y muy cursis.
¿Habría
sindicatos en una democracia liberal? El sistema actual les permite
a los sindicatos el uso de toda clase de apremios y violencia, y así se
convierten en armas de presión y de agitación política. En el poder, los
socialistas les conceden a los gremios todas sus exigencias, que siempre
terminan pagando los contribuyentes en el caso de los empleados públicos, a
través de más impuestos, y los consumidores en el de los del sector privado, a
través de precios más elevados. Así sube cada vez más el costo de la vida. Y en
todo caso, las ventajas sindicales pagan siempre con desempleo los que no
consiguen trabajo porque no hay, dado lo costoso que se hace crear empleo que
en estas condiciones.
En un
sistema liberal, los gremios no van a desaparecer, porque tienen tres funciones
históricas y naturales, que son muy legítimas: (1) capacitar profesionalmente a
sus afiliados, con cursos y escuelas; (2) intermediar sin violencia en el
mercado laboral, con bolsas de trabajo; y (3) ofertar seguridad social, con sus
propias Cajas de Previsión. Por supuesto que en ninguna de sus tres funciones
gozarán de posiciones monopolísticas: competirán con maestros, educadores y
Universidades; con las agencias de selección y empleo; y con las aseguradoras
privadas y privatizadas.
¿EE.UU.
es un país capitalista? Cada vez menos. En los días de la Independencia,
Thomas Jefferson avisó que “el precio de la libertad es la vigilancia
permanente”. Por eso, tras redactar buena parte de la Constitución, entendió
que ella no podía cuidarse sola, y en 1792 fundó con James Madison un partido,
el Partido Demócrata-Republicano, que se opuso al Partido de Alexander
Hamilton, llamado “Federalista”, pero que era en extremo centralista, estatista
y mercantilista.
El Partido
de Jefferson y Madison se inspiró en el estricto postulado calvinista: la
naturaleza humana tiende al mal y no al bien, por eso los Gobiernos deben ser
limitados. Pero ¿quién va a ponerles freno y a impedir que salgan de sus
límites? Una poderosa corriente de opinión, encarnada en un vigoroso y bien
estructurado partido político. ¿Cómo EE.UU. inició su camino en el capitalismo
liberal? Bajo el liderazgo de este partido, que tuvo un largo predominio, entre
1801 y 1825. Al declinar este partido fue que las cosas comenzaron a cambiar.
A
futuro, ¿quiénes habrán de aplicar las reformas liberales? Tiene
que ser la gente de un partido liberal, no los partidos socialistas obviamente.
El socialismo no es el simple “error de no saber economía”, como erradamente
pensaba el profesor Friedrich von Hayek; es una estafa, cuando no un crimen
mayor, y las izquierdas jamás van a “aprender economía”, por una simple razón:
así les va muy bien. De economía saben todo lo necesario para empobrecernos a
nosotros y enriquecerse ellos, ¿a qué más?
¿Y el
“anarco-capitalismo”? Es un disparate que inventaron los profesores
liberales (“liberalismo de cátedra”) cuando se cansaron de esperar a que los
socialistas se decidan a “estudiar economía”, pero sin por ello contribuir a
impulsar un partido liberal.
“Capitalismo”
implica un Gobierno, desde luego limitado a hacer valer los derechos de
propiedad, y a mantener abiertos los mercados. La seguridad, la justicia y las
obras de infraestructura son “bienes públicos”, con dos rasgos importantes por
los cuales es insostenible su prestación con precios: (1) su uso por A no
impide el uso simultáneo por B, C o D; y (2) no se puede técnicamente excluir
de su uso a quienes no hayan pagado el precio. Por eso las “agencias privadas”
no pueden proveerlos.
Hablamos de
seguridad y justicia públicas como “últimos recursos”. No de la existencia de
agencias privadas de seguridad y policía, que las hay ahora bajo el estatismo,
al igual que agencias de justicia interna dentro de instituciones privadas. Eso
no va a dejar de existir en un sistema liberal. Pero ¿qué pasaría si dos
agencias entran en conflicto y no hay una instancia pública superior como
“último recurso”? Somalía. Eso es anarquismo. Asimismo hay también ahora dueños
de fincas y haciendas haciendo trabajos de infraestructura para provecho propio
aunque abiertas al público; no se les va a impedir en su orden liberal, pero
hablamos de obras de mayor envergadura.
El análisis
económico es toda una ciencia, y sirve para explicar los hechos económicos,
pero no los políticos o de otra índole; y si el estudio económico se lleva más
allá del objeto propio de la Economía, se cruza la línea del disparate, con
toda probabilidad. De hecho, como estamos viendo, las reformas liberales más
importantes ni siquiera son económicas: son políticas.
Por otra
parte, es deshonesto que los “ancaps” (anarco-capitalistas) usen para su
Instituto el nombre de Ludwig von Mises, cuando el insigne vienés condenó el
anarquismo con palabras muy claras y contundentes; al igual que Ayn Rand, por
eso es inconsistente que los “libertarios” que se dicen sus seguidores se hayan
adherido a la fantasía utopista de los anarcoides. La filosofía de la
“abolición del Estado” nada tiene que ver con Mises ni con Rand, y mucho con
Carlos Marx, quien veía al Estado como un “instrumento de dominación de una
clase sobre otra”, y lo profetizara condenado a desaparecer, junto con las
clases sociales. Y con la religión, producto de la “alienación capitalista”,
que desaparecería junto con el capitalismo.
Como
referencia el “anarco-capitalismo” podría ser la verdadera “extrema derecha”
del espectro ideológico; pero últimamente muchos de sus partidarios se están
volviendo conscientes de sus afinidades con el pensamiento de Carlos Marx, y se
definen a sí mismos como “libertarios de izquierda”.
Tema muy
aparte es el de la actual Prohibición respecto de las drogas, que todos los
liberales clásicos adversamos, y que indebidamente se pone en el mismo saco con
los tópicos de la Agenda marxista cultural.
¿Y el
“Test de Nolan”? Es un fraude. En sintonía con el “Nuevo Orden
Mundial”, casi todos los “libertarios” anarco-ateístas adhieren al aborto
legal, al “matrimonio” homosexual, y a la eutanasia de ancianos, enfermos
terminales y discapacitados graves, disfrazada de “suicidio asistido”. Y aducen
que estas posiciones son compatibles con el liberalismo económico, y ambas
pueden sostenerse a la vez.
Por supuesto
que pueden; pero es inconsistente. Esas posturas no son del liberalismo
clásico, que en tierras anglosajonas se llama “conservatismo”, por lo muy
ligado que se halla el respeto a la vida humana con la preservación de las
instituciones del matrimonio y la familia, y de la propiedad, empresa y
economía privadas. No son separables, como muy certeramente lo registró
Federico Engels en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado”, de 1884, un clásico contra el liberalismo económico y a la vez contra
el matrimonio y la familia. Porque (1) Una economía empobrecida es incapaz de
sustentar familias, que tarde o temprano se debilitan en medio de la pobreza.
Por el otro lado, (2) no hay economía próspera sin empresas fuertes, y las empresas
jamás pueden ser fuertes con familias destruidas o debilitadas.
Sólo para
apoyar esta injustificable pretensión, el “Test de Nolan” y otros de vena
similar, toman el eje horizontal propio del espectro de izquierda versus
derecha, esto es socialismo versus capitalismo, que es unidimensional, y le
inventan otra dimensión vertical, con lo cual confunden mucho las cosas en su
intento de llevar brasa a su sardina. Es una completa estafa ideológica.
#
PARTIDO LIBERAL, PARLAMENTO Y “GOBIERNO EN LA SOMBRA”
Las
tres preguntas. Cuando la gente oye hablar de liberalismo por primera vez, entiende
que es un pensamiento político, y hace tres preguntas, muy básicas, las que
cualquiera le haría a un grupo político:
(1) “¿Cómo
sería ese ideal de país liberal?”, o sea, cuál es la diferencia con lo que
tenemos; (2) “¿Cómo se llega desde aquí, desde este país estatista, hasta
allá?”, o sea, cuál es la Hoja de Ruta; y (3) “¿Por dónde comenzamos?”, o sea,
cuál es el primer paso. Los “tanques de pensamiento” liberales y libertarios no
son partidos políticos; no responden porque no están en capacidad de responder.
Si algún día
existiera un Partido Liberal de verdad, podría dar las respuestas apropiadas.
La primera pregunta no es tan difícil: bajo un sistema liberal, un Gobierno
haría lo contrario a lo que ahora.
Porque se
ocuparía de tres cosas: seguridad personal, que hoy brilla por su ausencia;
justicia en los Tribunales, la cual hoy no existe; y obras públicas de
infraestructura, que ahora no hay, o están harto descuidadas. Y lo que no haría
es lo que ahora hace: prohibir, reprimir, estorbar y encarecer actividades de
empresas y entes privados, que prestarían las otras funciones sociales en libre
competencia: ofertar bienes y servicios económicos, educación y atención médica,
jubilaciones y pensiones, etc., que la gente bien podría pagar con su plata.
¿Cuál? La que ganaría limpiamente en quehaceres y empleos privados, que serían
florecientes en un clima de libre mercado. Y lo que ahorraría en impuestos para
sostener el mega-Estado de hoy, y en inflación y deuda para cubrir su déficits
monumentales.
Hasta aquí,
es una buena descripción que responde a Pregunta No. 1. Solo cabría agregar,
para atajar la sempiterna cuestión “¿Y qué pasaría con los pobres?”, que esas
actividades privadas serían enormemente productivas y rendidoras; y con un
impuesto único y plano, de tasa muy baja, sobraría para pagar las tres
funciones estatales, y tres series de “cupones” de apoyo a los más pobres en su
educación, atención médica y jubilaciones, durante la transición al
capitalismo.
Cuando la
gente te entendió, te dispara la Pregunta No. 2: “¿Cómo se llega?” Fácil: a
través de una Gran Devolución, que es exactamente lo inverso de “Revolución”.
Toda Revolución es una “usurpación”, por parte de los Gobiernos, de tres cosas
que son privadas: funciones sociales; y para llevarlas a cabo, de poderes
(libertades), y de recursos. Que siguen siendo privadas por naturaleza, aunque
no por ley. La “Devolución” es restituir lo que se ha usurpado. ¿Cómo? Recuerda,
¿cómo fueron las usurpaciones? Mediante leyes, las clasificadas en el “Catálogo
de Leyes Malas”.
Entonces la
Devolución se empieza desde el Congreso, derogando todas esas leyes malas, para
que puedan recuperar su vigencia las “leyes buenas”: los antiguos Códigos
ordinarios Civil, de Comercio, Penal, y de los Procedimientos, hoy inaplicables
pues han sido sustituidas por las Leyes Malas, las cuales impiden hacer las
Reformas. Y a futuro, ya contando con mayoría los liberales, concretar la
Devolución desde el Poder Ejecutivo, impulsando las Cinco Reformas.
Ah, te dice
la gente “pero para eso se requiere un partido político!” Por supuesto, le
respondes, ese es el Primer Paso, y los liberales tenemos que empezar a hacer
campaña electoral, pero no para las Alcaldías ni gobiernos regionales, a
enredarse y perderse en la politiquería o la corrupción, sino para ir al
Congreso, donde las leyes se aprueban o desaprueban.
Ahí te
arrojan la siguiente Pregunta, No. 3: “¿Y cuál es el primer paso?” El segundo
será; porque el primero es el Partido Liberal. Y es el “Gabinete en la Sombra”.
El
Gobierno en la Sombra. El paso es el que todos los partidos han dado en sus
inicios: lo que se llama “Gobierno en la Sombra”, a imitación del modelo
inglés. En Inglaterra se inventaron los partidos. Y los líderes de la oposición
se organizaron primero como lo que hoy es el Gabinete a la sombra (“shadow”),
en paralelo al oficial, para hacer seguimiento, juicio crítico y denuncia
pública a sus políticas; y transmitir al público sus criterios y proposiciones.
Pero a
diferencia de ahora, en el antiguo “modelo de Westminster”, los miembros del
Gabinete lo eran también del Parlamento. Así el Congreso podía obligar a los
Ministros a defender sus políticas desde sus asientos como diputados; era una
de las viejas formas de poner bajo control parlamentario al Ejecutivo.
Por eso, en
los comienzos de la institución del “shadow cabinet”, la oposición creaba todo
un Gobierno completo “en la Sombra”, compuesto tanto del grupo parlamentario
como de un Gabinete oposicionista, transmitiendo el correcto mensaje de que el
Congreso también gobierna. Y desde esa posición, los opositores se fueron
organizando como partidos, para tomar parte en las elecciones.
El
Gobierno es el Congreso. Poca gente lo sabe, pero la realidad es que desde el
Ejecutivo lo que se gobierna es el Estado. En cambio en realidad un país se
gobierna desde Parlamento y mediante las leyes; y desde los Tribunales,
mediante las sentencias de los jueces, en los casos particulares.
Los decretos
del Ejecutivo gobiernan la maquinaria estatal. En cambio las leyes del Congreso
disponen sobre las relaciones humanas cotidianas: entre marido y mujer, y los
padres con los hijos; entre los tenderos y sus clientes; entre los finqueros y
sus colonos; entre industriales o empresarios y obreros; entre bancos y
depositantes o prestatarios; entre socios en una compañía; inquilinos y
arrendadores, etc. Y son los jueces quienes gobiernan esos asuntos humanos en
particular, individualmente, a través de las sentencias expedidas en sus
oficinas, cuando intervienen y juzgan, en base a las leyes.
¿Y de qué
forma se gobierna un país desde el Congreso? (1) Bajo el sistema estatista
actual, según criterios estatistas e intervencionistas, mercantilistas y
socialistas. (2) En un sistema liberal en cambio, con arreglo a un criterio
racional de justicia: con leyes nada más que para proteger los tres únicos
reales y verdaderos derechos humanos, que son vida, libertad y propiedad,
respetando el carácter privado de las relaciones entre particulares, reguladas
primeramente por los contratos entre las partes involucradas. Esta es la gran
diferencia. Contra lo que se piensa comúnmente, un orden liberal puede
funcionar tanto con un régimen Presidencialista como parlamentarista.
Muchos
tanques, poco pensamiento. En América latina hay más de 200 “tanques de
pensamiento”, supuestos a impulsar “las ideas de la libertad”, como ellos
llaman a las de libre mercado. De ellos, unos 70 aproximadamente cuentan con
presupuestos considerables, según publica en sus informes la Fundación Atlas,
encargada de sostenerlos.
Presumen que
su influencia es notoria y creciente. Pero eso no es lo que se ve. Las ideas
predominantes en América latina son las socialistas, no las de libre mercado.
Quizá no las del socialismo tipo soviético, sino las del “Socialismo del Siglo
XXI”, esas son las ideas que comparten casi todos los partidos. En nuestros
países no hay partidos liberales de verdad; por eso predomina el estatismo. Las
ideas liberales son ideas políticas, y con sobrada razón, la gente espera que
los promotores de ideas políticas sean candidatos, y que desde sus partidos
políticos, compitan en las elecciones, explicando y mostrando cómo van a
aplicarse en la práctica. No se supone que sólo prediquen desde lo alto de unas
académicas e inaccesibles torres de marfil, invisibles para la gente del común.
Discípulos,
Seguidores y Porristas. Los “tanques de pensamiento” invitan a muchas
personas, en su mayor parte jóvenes estudiantes, y les dan información sumaria
sobre liberalismo. Lo cual está muy bien, pero no tienen respuesta clara a las
tres preguntas que todo el mundo hace cuando se asoma por vez primera al tema:
“¿Cómo sería un país liberal? ¿Y cómo se llega a ese punto? ¿Y por dónde
empezamos?” Y menos respuesta para la pregunta más directa: “¿y cuál es el
partido o grupo político que va a llevar estas hermosas ideas a la práctica?”
No hay respuesta.
Y la gente
se aleja pensando: “Algo no debe estar bien con esta clase de ideas políticas
cuando ni sus defensores se atreven a largarse al ruedo para llevarlas a la
práctica.” En especial pasa con gente que tiene mentalidad de “porrista”, como
mucha que se encuentra a montones en las Universidades.
Si algún día
existiera un Partido Liberal de verdad, debería reclutar no sólo porristas sino
discípulos y seguidores. Uno de los mejores ensayos breves del economista
“austro-cristiano” Gary North se titula “Discípulos, Seguidores y Porristas”
(2004), y se basa en “La misión de Isaías” (1936), un viejo escrito del libertario
cristiano Albert Jay Nock sobre el tema bíblico del “Remanente”, que en
lenguaje sociológico significa: la minoría selecta.
Explicando
el desarrollo de los movimientos religiosos y políticos, Gary North describe
tres tipos de adherentes: (1) el discípulo, es un convertido tempranero, que
abandona su compromiso con el statu quo para seguir a un maestro, con quien
hace una relación personal; (2) el seguidor, sin contacto directo con el
maestro, pero atraído por sus enseñanzas, que aún dentro del statu quo, empieza
a “ver el mundo a través de sus lentes”, y no por llamar la atención sobre sí
mismo; (3) un porrista, que sí busca atención: lo que quiere es “ser visto en
el lado ganador” y nada más. Los porristas no quieren estar del lado de la
verdad; y tan pronto advierten que su equipo no gana, desertan. Y los “tanques”
nos han hecho un “liberalismo para porristas”: a cada tanto dicen que en tal o
cual país, tal o cual Gobierno aplica “medidas liberales”. Ese no es un mensaje
para discípulos ni para seguidores; ¡es para porristas! Tan pronto llega el
fracaso del tal Gobierno, nos llegan unas “aclaraciones” que no aclaran la
verdad sino que oscurecen.
La
Biblia. Es un
inagotable manantial de lecciones y preceptos en el arte y ciencia del Gobierno
civil, como muy bien sabían John Locke, William Blackstone, Thomas Jefferson y
otros muchos escritores políticos que hicieron el camino del Liberalismo
Clásico.
Una de esas
lecciones bíblicas es que para hacer buen Gobierno primero tienes que hacer
buena oposición, que se aprende de la experiencia de David el pastor, que antes
de ser Rey fue el “Jefe de la Oposición” al Rey Saúl. De este relato salió la
idea de “Gobierno a la Sombra”. Mucha de la sabiduría política occidental ha
sacado más inspiración de la Biblia que de las obras de la Antigüedad Clásica.
A finales de
los años 60, el Reverendo Edmund Opitz publicó su obra maestra “Religion and
Capitalism: Allies, not Enemies”; sobre las relaciones entre la religión
bíblica y la economía de mercado. Destacó que en la Biblia hay muchas
enseñanzas y normas que son para las naciones, no para las personas
individuales. Y si esto no se tiene presente, esos pasajes y capítulos y hasta
libros enteros, se interpretan como lo que no son: directivas para las personas
individuales, y se les atribuye un contenido totalmente arbitrario.
Por el
contrario, muchos consejos y recomendaciones bíblicas para las personas
individuales no tienen aplicación alguna en las condiciones actuales del
estatismo salvaje, porque solamente se entienden y se aprovechan en el contexto
de un Gobierno Limitado, como el prescrito en “la Ley”, los cinco primeros
libros, en griego llamados “el Pentateuco”. ¿Qué sentido tiene el trabajo duro
cuando las leyes malas lo castigan, y premian la vagancia? ¿O qué sentido tiene
el ahorro cuando las leyes bancocentralistas nos traen una inflación que se
come nuestros ahorros?
Por eso es
que la Ley de Dios para las naciones figura en la Biblia de primera: al
comienzo del Antiguo Testamento. Y por eso en el Nuevo Testamento, cuando Jesús
habla de bienes económicos para comer y beber, para vestirse y calzarse, en el
Cap. 6 del Evangelio de Mateo, termina así el mensaje: “Mas buscad primeramente
el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.”
Hoy vemos el
mundo a oscuras, y hay en la política mucha perversión, que comienza por
arriba, por la cabeza: por los Gobiernos usurpadores. Es porque los cristianos
no hemos cumplido con nuestro deber de ser “Luz para el mundo”, y también “sal
para la tierra.”
Comparando
EE.UU. con América Latina. El Prof. Rousas J.. Rushdoony, otro de los grandes
maestros del liberalismo clásico cristiano, nos recuerda que en EE.UU. los
primeros Presidentes cristianos de esa nación juraban sobre la Biblia al asumir
el cargo, tomando el compromiso de observar las obligaciones y deberes
inherentes a su nueva posición. Pero el tomo de la Biblia no estaba cerrada,
como es ahora con los Presidentes, sino abierta, y no en cualquier parte sino
en el Capítulo 28 de Deuteronomio, parte central de la Ley de Dios, enunciada
en al Antiguo Testamento como un “Pacto” entre Dios y la nación.
Por medio de
ese Pacto la nación se comprometía a respetar la Ley de Dios, incluyendo tener
un Gobierno estrictamente limitado. Y Dios por su parte se comprometía a
derramar sus bendiciones sobre la nación observante, a la vez que declaraba y
advertía que hambre, pobreza, ignorancia, esclavitud y otras calamidades se
seguirían del incumplimiento de la Ley, en infidelidad al Pacto.
Explicar
estas cosas en América latina sería muy pedagógico; serviría para dar a conocer
las reformas liberales en las Iglesias cristianas, que ahora no se mencionan
porque no se conocen. Empezando con anuncios pagos en la prensa, para los que
habría que juntar dinero, porque en los comienzos no van a anunciar ni a dar
espacio si no pagas. Pero hay que empezar, y eso es con la difusión y la
propaganda. Se requiere una sustancial inversión comunicacional y en
organización.
Y esto lleva
a una pregunta, la última de este escrito, para concluirlo, que nos trae al
tema de la religión, el Cristianismo y las Iglesias, que habíamos prometido
tratar.
# ¿CON
CUÁLES APOYOS COMENZAR?
Inventario
de recursos. No con los “tanques de pensamiento”, por supuesto. Hagamos un breve
examen de grupos y categorías sociales. Desde luego, en todas hay excepciones,
pero el panorama general es éste:
(1) Los
empresarios, sobre todo grandes, son los beneficiarios del mercantilismo. Como
Adam Smith sabiamente advirtió, son los últimos que quieren libre competencia.
Rápidamente aprenden a limar sus diferencias de intereses, y a convivir con los
políticos socialistas, democráticos o no.
(2) Los
políticos; son los ejecutores principales del estatismo desde hace unos 400
años, por no irnos más atrás. Lo imponen, lo dirigen, lo gerencian, lo
administran y amorosamente lo cuidan cuando se enferma, hasta que sana. Y por
supuesto, mucho lo aprovechan. Con ayuda de los burócratas, egresados de las
universidades estatistas, por supuesto.
(3) ¿Los
universitarios? ¡Son los inventores del estatismo, sus creadores intelectuales!
Y desde sus cátedras, lo apoyan y legitiman “científicamente”. Porque la
Ciencia no reemplazó a la religión, como se dice, sino que se hizo otra
religión, para quienes se creen todo lo que digan los universitarios,
sacerdotes del nuevo culto. Como toda religión falsa es politeísta y sus
dioses, coexisten, la Ciencia y el Estado.
(4) ¿La
prensa? Publica lo que se vende; y lo que se vende es escándalo y politiquería.
(5) Los
líderes religiosos legitiman al estatismo para los adeptos de sus respectivas
iglesias. Pero esto no siempre fue así. Hasta 1850 más o menos, el Cristianismo
fue en Occidente el más firme y eficaz baluarte contra el poder estatal
usurpador y abusivo. La Declaración de Independencia de EE.UU. dice lo
siguiente: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son
creados iguales; y dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables…” No
pueden “alienarse”: enajenarse, cederse o abandonarse al gobierno. Porque son dones
de Dios; y como individuos creados, ante Dios somos por ellos responsables.
Liberalismo
Clásico y Cristianismo. Ahora se prohíbe hablar de religión en los círculos
políticos; sobre todo en los liberales y libertarios. Pero la historia de
Occidente muestra que la libertad ha progresado al paso que el cristianismo
ponía freno a los despotismos, y que el estatismo y especialmente el socialismo
han avanzado al paso que el cristianismo ha decaído o se ha pervertido. La
defensa del credo liberal es imposible sin una base moral. Y hablar de ética no
es posible sin referencia a la religión. La separación de Estado e Iglesias es
muy saludable para ambas instituciones; pero no significa eliminar la religión
de los asuntos públicos, para relegarla como asunto “meramente privado”, del
que no cabe hablar en el Congreso, ni en los partidos, sus reuniones y
documentos.
La Primera
Enmienda a la Constitución de EEUU dice: “el Congreso no aprobará ninguna ley
que promueva el establecimiento de religión alguna, o que prohíba el libre
ejercicio de la misma”. Esta norma garantiza la libertad de cultos. Y lo
que prohíbe es una iglesia oficial, sostenida por el Gobierno, con los
impuestos de todos los contribuyentes. Dice que el Estado no debe ser
religioso; lo que no implica que deba ser ateo, o que deba controlar las
expresiones religiosas, privadas o públicas, de la gente. No manda una
educación bajo control del Estado y adscrita a la religión evolucionista. Ni
prohíbe invocar a Dios, o mencionarlo, o citar la Biblia en la plaza pública.
Ni veda a los cristianos exponer, enseñar y proponer el modelo bíblico de
Gobierno: limitado.
Bajo estas
reglas, en EE.UU. se destacaron empresarios cristianos de todas las
denominaciones, que fundaron emporios industriales y comerciales, de los cuales
siempre salía mucho dinero para escuelas, hospitales, casas de ancianos y otras
obras de caridad, regentadas y administradas por instituciones eclesiásticas,
entendidas como parte de la función propia de las Iglesias cristianas. En
nuestra parte de la América, estas experiencias no se conocen. Los cristianos
oyen hablar de las Cinco Reformas y sueltan siempre la misma objeción “Y si no
el Estado, ¿quién va a ocuparse de la economía, de la educación y la salud, y
de la previsión social?” Respuesta: los privados, pero entendiendo que la
Iglesia tiene ciertas responsabilidades escriturales en estas materias, que hoy
abandona en manos del Estado.
En
América latina no se conocen las bases bíblicas ni teológicas del sistema de
Gobierno liberal, ni su defensa por parte del Cristianismo durante la mayor
parte de la historia de Occidente. No es casual que el socialismo comenzó a
hacerse popular al ser adoptado por clérigos, autores y líderes cristianos de
izquierda, en la década de 1850. Hay que revertir ese proceso: los cristianos
deben ocupar su lugar en la batalla política, en el campo del Gobierno Limitado
y no en contra, como están ahora, guiados por líderes de izquierda, o
estatistas que buscan hacer carrera dentro del sistema, no cambiarlo. ¿Qué pasaría
si los católicos, los protestantes y los evangélicos cambiaran de bando?
Esto no
les va a gustar a muchos cristianos, pero nosotros los cristianos somos los
grandes culpables del deterioro de las condiciones de la vida pública y privada
en nuestros países. Estamos en la ignorancia y siguiendo a demasiados Pastores
ignorantes, ciegos guías de ciegos, todos caemos al pozo.
Y esto
no les va a gustar a muchos “libertarios”, pero el ocaso para el socialismo va
a llegar en América latina si y sólo si los cristianos se salen del campo
socialista; y ese día, el de su deserción, no antes. Para ese fin es de suma
urgencia fundar Escuelas Bíblicas que enseñen y difundan la Cosmovisión
cristiana, si es que va a haber algún día Gobierno Limitado en esta parte del mundo.
La tarea de rescatar a miles de creyentes es de importancia decisiva para la
suerte del Liberalismo Clásico. Y no es tan difícil; sólo hay que hacerles
entender, con sus Biblias abiertas, que hoy en día tenemos el culto público al
ídolo pagano más viejo de la Historia, y exigente cobrador de los sacrificios
humanos más crueles: el Estado.
Y sé
que esto les va a gustar menos todavía, pero es la verdad: en América latina,
como en cualquier otra porción del planeta, el cambio para mejor no depende de
la buena voluntad de los liberales clásicos ni de los cristianos, sino de la
Buena Voluntad de Dios. Roguemos entonces al Altísimo para que nos perdone a
los latinoamericanos nuestros pecados, que no son pocos ni leves, y nos mire
con benevolencia.
Cochabamba, Noviembre de 2014.
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